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  • Alexander Triana Yanquén

Mundo de locos

La calle, productiva y enigmática, llena de personajes y dementes amantes que se esconden a los ojos de todos. Transeúntes con una visión determinada, un ideal, un afán en común, que buscan refugio, o simplemente una dirección donde llegar.


Alex, un tipo de contextura delgada, brazos no tan gruesos pero con cierta fuerza que a cualquier mujer atrapa, 1.75 de estatura, ojos cafés, labios pequeños, un rostro amable pero con cierto misticismo en su mirada. Un habitante más en la selva de asfalto que recorre sus intrincadas vías en busca de paz, con ansias de llegar al nirvana.


Va caminando por la séptima, hablando por celular con un amigo, entra en una tienda en medio de altos conjuntos de apartamentos, pide un cigarrillo y una cerveza. La doña del sitio le atiende pero no aguanta la curiosidad al ver en su rostro cierta amargura, pregunta:


-¿Todo está bien vecino?-


En medio de su aturdido micro universo, levanta la mirada y de su boca sale un…


-No hay problema vecina, ando en busca de aventura y de un amor-


La doña sonríe y con esto le da parte de tranquilidad mientras suena de fondo “ella lo que quiere es salsa” de Víctor Manuelle.


Fuma mirando atento como se desvanece el cigarrillo que posa en su mano derecha, toma un trago de “néctar de pobres”, a la entrada del local, y con calma levanta la mirada, se encuentra de frente con una hermosa peliroja de sonrisa amable.


Paola, con hermosos ojos verdes, labios sugestivos, delgada, una cola bella, piernas largas, una cintura de infarto y un torso que irrumpe con galantería el deseo perverso de quien la mire. Ella es como una sirena en medio del mar y a la cual los marinos corren al escuchar su canto. Es tan hermosa que produce un espasmo muscular en el cuello, una erección mental, y una pérdida de sentidos para sumergirse en un sueño carnal.


-Una cerveza por favor doña Luz-


Las palabras que salen de boca de Paola, ella cansada por la jornada toma un ‘break’ y se sienta en uno de los lugares disponibles del sitio. La doña le sirve en un vaso, le alcanza a la mesa y sonríe. De repente, voltea a la puerta y ve al muchacho ya terminando de fumar, acongojado hablando por celular y mirando donde estaba Paola, no vacila en decirle a la fulana que tiene un admirador y sonríe nuevamente mientras se va alejando de ella y acercando a él.


El tipo habla con la persona que se encuentra al otro lado de la línea telefónica y describe el momento, la persona que le llama la atención con solo su contoneo de caderas y piensa que podría dirigir una orquesta sinfónica con dicho vaivén.


La doña del sitio lo mira, el joven se percata, están a menos de un metro y ella lo convence de hablarle, él, tratando de superar su temor pero con ganas de aventura, toma un trago profundo y respira, tira la colilla para entrar al negocio, toma asiento muy cerca pero con discreción buscando a esa flaquita con sus ojos.


Ella advierte de su mirar sobre su rostro, su cuello, su pecho, y disimula que le atrae con cierta perversión mientras coquetea al tomar el vaso y llevarlo a su boca de forma inquietante; es sensual la forma como se hidrata y al tiempo dibuja una sonrisa pícara en Alex.


Unos instantes en los cuales él piensa que está a punto de encontrar lo que busca, ella lo invita a desnudarla con la mirada y persiste en seducir su subconsciente en medio de sensuales movimientos con su boca solo para él, en el sitio nadie se percata de esto, solo los directos implicados y sus tórridas sensaciones.

Por fin Alex es motivado y se acerca, ya la tarde empieza a caer, él toma valor y sin pretensiones más que deleitarse con esos labios, salen de su boca unas palabras convencionales en un mundo de locos.


-Hola. Una erección conocerte-


Paola no escatima en gastos y sin pensarlo o ensayarlo contesta tímidamente.


-El orgasmo es mío-


Piden dos cervezas, después de un par de tragos, él no termina por aguantar la tentación tomando el riesgo que implica un beso, ella lo recibe y se deja llevar porque le ha interesado. Los dos experimentan una necesidad por repetir, se miran fijamente unos cuantos segundos y se entrelazan sus deseos carnales, pero sin olvidar que el desenfreno puede convertirlos no solo en amantes sino en un fugaz momento.


La noche sigue su curso, se intercambian miradas, saliva, cruces de palabras al oído, teléfonos y miles de sensaciones que se despiertan de los amantes en este mundo de locos donde lo importante es una sonrisa para comenzar bien.


No se limitan a un trauma social, se dejan llevar por el deseo sabiendo que posiblemente sea la última vez que se vean, pero importa más la necesidad de sus cuerpos y al llegar la mañana, Alex encuentra sobre la cama su celular, en el lugar donde estuvo Paola al terminar la faena. En él, un mensaje de Whatsapp que decía.


-Gracias por la buena noche, por tu entrega y los orgasmos sentidos, pero sabemos que solo

buscabas una aventura y no quiero ser juguete de nadie…. Ahí te dejo un recuerdo, el aroma de mi piel en tus almohadas y quizás nos volvamos a ver, pero por ahora, quiero que sigas buscando historias en este mundo de locos cuerdos.

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