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Crónica de un beso

“Un beso es como un vaso de agua… no se le niega a nadie”

Fuerte premisa y más sabiendo que en ciertos momentos, sales de un intento de “relación” y eres vulnerable al tan denominado “desquite”. Pero lo curioso es cuando te estrellas de frente, te redescubres con alguien que te gustaba en el pasado y a quien no eras indiferente, para salir una vez.

Un par de cervezas micheladas llegan a tu mesa, de fondo “Solo por un beso”, interpretada por Romeo Santos cuando estaba con Aventura; sales a bailar, te cuestionas y preguntas mucho si será despecho, te sientes miserable por un segundo y en tu mente aparece la imagen de ella, pero curiosamente piensas en ese momento lo que sentiste mientras la tienes entre tus brazos, su mirada fija y buscando tus labios con sus penetrantes ojos negros sin recitar palabra alguna.

La pista sigue sonando, tus manos sobre la cintura mientras ella te da la espalda para sorprenderte con su escultural cuerpo de guitarra por breves segundos en una sensual vuelta, regresa de frente a ti, se acercan y tus manos pasan por su rostro acariciando su pelo, sus manos pasan por tu cara y se acercan cada vez más. Su aroma te seduce, ese olor de vainilla que destila su cuerpo fresco.

De repente están tan cerca tus labios a los de ella que es inevitable robarle un beso… Lo disfrutas demasiado por las sensaciones que despierta, por un instante se pasa por tu mente la imagen de ese reciente fracaso transformado en carne y sensualidad, recuerdas que ella te hacía sentir como si estuvieras comiendo un durazno. La culpa aparece disfrazada de uno de tantos “te quiero” que usabas con ella, a pesar de eso, disfrutas éste que estás dando a quien veías como tu amiga y empiezan a aparecer otras sensaciones mágicas.

Ya no sabe a durazno, pero quieres averiguar a qué y retomas la acción sin ser rechazado, por el contrario, sus brazos se cruzan sobre tus hombros y te invita con su tentadora mirada. Te acercas suavemente con ganas de comerle la boca y para tu sorpresa, descubres que es un cóctel de frutas que tiene lo carnoso del durazno, lo sutil de la mora, el encanto del melón y papaya, el dulce de la fresa roja… Terminas por querer más de esto sin pensar tanto en esa otra persona que está haciendo su vida aparte.

Finaliza la canción y se detienen en un remate apasionado en mitad de la pista de baile, regresan a la mesa como desconocidos, temerosos de lo que paso pero con ganas de más, estás justo frente a ella y das vuelta, sientes ganas de decirlo por primera vez con tanta sinceridad cómo es posible: “Quizás te robé un beso, pero tú me robaste la calma”, te acercas a ella de nuevo y sin pedir consentimiento repites.

Ella sabe de tu situación y aun así solo quiere “gozar y hacer gozar” porque reconoce que le sigues gustando y comprende que la otra persona es importante para ti. Se sientan y una pregunta inevitable sale de su boca: ¿Qué sentiste? No puedes respirar, el aire se siente pesado pero afirmas con convicción lo que te atreviste a decirle anteriormente; una sonrisa emana de ella y se acerca a tus labios, sus manos acarician tu pelo y rostro con verdadera pasión, cosa que no sentiste recientemente.

Cambio de musicalización y asoma un tono salsero moderno, salen de nuevo a la pista después de un trago de cerveza, sabes que es complicado encontrar alguien que baile como te gusta, te sorprende de nuevo y resulta que lo hace excelente. Es esa compañera de baile que estabas buscando hace tiempo. Empiezas a dejar de pensar en la otra persona y analizas el panorama diciéndote: “Apareció el escritor del destino inspirado esta noche en redactar un nuevo capítulo de mi vida”.

Entra una llamada a su celular, sale a contestar y te quedas esperando con ganas de más, mientras regresa, te preguntas qué sentiste por esa otra persona, te cuestionas de nuevo, y terminas por reconocer que en el pasado, cuando veías como amiga a quien esperas en este momento y sabes que no te atreviste por ‘pendejo’ y lo mejor que puede pasarte es el presente imperfecto que te brinda ella. Te dices a tu mismo “tal vez Dios, me hubiese abierto los ojos antes estaría con ella y esa otra persona ni posibilidad hubiese tenido”. Aun así lo agradeces porque lo disfrutaste e intentaste hacerle feliz.

Levantas la cabeza y te encuentras con ella de frente a la distancia, la contemplas con tu mirada haciendo un reconocimiento de su cuerpo. Unas piernas torneadas y largas, una cintura de infarto, su abdomen marcado sutilmente, un busto preciso y perfecto, una cara de ángel, labios rojos, ojos negros que invitan amarle como si fuera prohibido, un cabello largo de color negro y por tu cabeza pasa el deseo, tu anatomía desea explorar cada rincón de esa escultura hecha carne con quien compartes la noche.

Entre risa y charla empiezas a ver particulares ademanes y actitudes que son precisamente las que te enamoran, una buena conversadora, inteligente, dinámica, excelente bailadora, sin límites emocionales, convencida de lo que quiere, luchadora, emprendedora, que comparte tu refrán (Gozar y hacer gozar), comprende perfectamente la situación y sabe que no basta con decir “Te quiero” y es necesario valerse de las acciones cada día para demostrarlo. Pero te sorprende mucho más el recordar que canta, actúa y comparte tus pasiones, infortunadamente te vuelves a cuestionar y admites que es mejor ir despacio.

Con el transcurrir de la noche el deseo aumenta, sus cuerpos necesitan del otro y no propiamente por una travesura, o salir de una curiosidad… El baño hace un llamado y te diriges a él, sorpresivamente al rato la encuentras mientras estás saliendo de allí haciendo uso del escapismo, un beso con cierta pasión a prohibido te lleva a querer despojarla de su ropa mientras tus manos acarician su espalda y ella la tuya. Un tribal hace arribo sobre su torso desnudo, un golpe en la puerta hace que todo pare y contemplas con detalle ese gráfico hermoso.

-Es acá donde reconozco que tengo debilidad por una mujer con un tatuaje- Pregunto por dicha historia y escucho atento, mientras confiesa que tiene una pluma justo a un costado de su cintura. La inquietud se apodera pero la noche nunca había sido tan lenta y sabes que pronto lo verás.

Antes pensabas que tu cómplice en el firmamento no apoyaba el deseo con esa otra persona, pero con esta otra quiere que te des una oportunidad. Las horas se hacen más largas pero llega el momento de salir y llevarla a su casa, ante la puerta de la misma darle un beso como si el mundo se fuese acabar y un abrazo convenciéndola que fue el mejor rato vivido.

De regreso a tu casa, en el taxi piensas en lo ‘sabroso’ que pasaste, la letra de esa canción que le cantaste a esa otra persona para decirle adiós y en definitiva ese fragmento “Muy pronto estaré liberado. Porque el tiempo todo lo cura. Porque un clavo saca otro clavo” y lo curioso es que no lo buscabas y sigues con tu convicción en agradecerle por lo bello a ella, pero sabes que te sentirás más que raro de volver a verla y sobre todo porque no es extraño, sabiendo que trabajas cerca. La vergüenza se puede apoderar en ese momento, sin embargo ya no sentirás lo mismo.

Piensas en la semana que viene y que al ver a esa otra persona no sonroje tu rostro y puedas mirarla fijo a los ojos y decirle que le agradeces por tantas cosas como esos cortos momentos compartidos, darle un abrazo y quedar bien como amigos, pero a su vez pensaba en ese beso y recordé que no temblaba, que ya había confianza de por medio con ella y un gusto fatal.

Así termina un encuentro y comienza el otro donde sabes que tienes las de ganar porque en esta ocasión no hay un rival más fuerte que tú, de hecho ni se presenta en el campo de juego pero la prudencia es de sabios y el tiempo sana las más leves heridas.

Alexander Triana Yanquén

Comunicador Social – Periodista

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